De forma sorprendente, el efecto de un correcto desayuno resultó mucho mayor que el de la realización de ejercicio físico. Es decir, que si un niño hace ejercicio y se salta el desayuno, tendrá más inclinación a la obesidad que otro compañero que desayune bien y no realice actividades físicas. Sorprendente, pero cierto.
La razón de los efectos positivos de un correcto desayuno probablemente sea que los niños y adolescentes que desayunan bien se alimentan mejor, tienen más energía durante su jornada escolar (y, presumiblemente, además de rendir más, queman más calorías) y, a lo largo del día, ingieren más hidratos y fibra y menos grasas. Los que no han desayunado, al llegar a casa comen en exceso y tienen sus comidas menos repartidas, lo que es un factor adicional de obesidad. Por tanto engordan más, incluso aunque tomen menos calorías que los otros.
Con respecto a lo que debe incluir un buen desayuno, hay tres ingredientes que nunca deben faltar: lácteos, fruta y cereales. Pero puede añadirse aceite de oliva, mantequilla o margarina, mermelada, miel e incluso embutidos. Y en cantidades generosas, ya que el desayuno debe suponer, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, en torno al 25% de las necesidades diarias de nutrientes.
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